




Promover y fortalecer la educación comunitaria se ha tornado urgente para el país. Estamos en un contexto sanitario y social nuevo que requiere de políticas creativas e inclusivas orientadas a reconocer y vigorizar las culturas educativas de las más de 9 mil comunidades indígenas, campesinas, y afroperuanas, certificando y convalidando en la niñez y juventud, sus desempeños pedagógicos a partir de sus propias matrices culturales. El cambio climático en curso, la crisis social que incrementa la disparidades, y políticas públicas monoculturales han provocado, entre otros factores, una creciente erosión de la diversidad biológica y del conocimiento de su cuidado del que las comunidades originarias son sus principales guardianas. Las consecuencias en la alimentación de las mayorías poblacionales, en la regeneración de saberes, y la preservación del stock fitogenético del que Perú es uno de los genocentros más importantes del planeta, son preocupantes. La educación juega un papel de primer orden, cuando menos, en la preservación de los saberes-haceres que permiten la conservación de los bienes comunes en el país y que se practican fuera del aula. El Proyecto Educativo Nacional (PEN) al 2036, aprobado mediante decreto supremo 09-2020/MINEDU, en la orientación estratégica 4 reconoce una sociedad que educa a sus ciudadanos permanentemente y los compromete con su comunidad; la orientación estratégica 5 plantea que el sistema educativo asegura que todas las personas, particularmente las poblaciones en situación de vulnerabilidad, aprendan a lo largo de sus vidas gracias a experiencias educativas diversificadas, pertinentes, oportunas, articuladas e inclusivas; y la orientación estratégica 6 propone que el sistema educativo promueve y certifica los aprendizajes logrados dentro o fuera de la escolaridad y brinda trayectorias diversas y flexibles a lo largo de la vida de las personas. El PEN nos propone así una estrategia educativa que, en el contexto actual, no es de enorme utilidad para superar además de lo ya mencionado, traumas emocionales a causa de la pérdida de familiares y de empleo, surgidas como efecto de la pandemia en curso.